Grabación en estudio: Mezcla

Llegando al final de los artículos sobre los conceptos básicos que empleamos en nuestras grabaciones, llega el momento de la estrella: la mezcla (o mixing, como dicen quienes lo inventaron y quienes quieren parecerse a ellos). En esta etapa es cuando en el estudio de grabación trabajaremos con la materia prima que hemos conseguido en los pasos anteriores y será el momento de marcar la diferencia.

Generalmente es recomendable saber qué se quiere hacer antes de empezar. Aunque no siempre. Y a veces a medias. Cuanta más experiencia se tiene más fácil es saber reconocer dónde se está, dónde se quiere llegar y cómo llegar. Creo que dentro de un proceso artístico como es la mezcla siempre debe haber lugar a la experimentación si se está dispuesto a crear algo nuevo. Ir a lo loco o a ciegas puede ser divertido y enriquecedor pero lleva mucho tiempo (y el tiempo es dinero) y es fácil perderse para no volver jamás.

Contar con unas directrices claras por parte de los músicos siempre será de ayuda y es fundamental tenerlas muy en cuenta, puesto que el disco es para ellos. Como productor es bueno saber aportar, completar y llegar donde los músicos no. La perspectiva externa sobre un disco da esa capacidad. Estas indicaciones, más o menos estrictas, pueden venir de influencias que la banda comente o de grabaciones anteriores, ya sea para parecerse o huir de ellas.

Un concepto básico general la plantear la mezcla es la creación de planos, colocar cada instrumento en el lugar adecuado sirve para facilitar su inteligibilidad y efectividad del efecto que se quiere conseguir. Esto puede conseguirse mediante reverb, volumen y paneo, aunque hay herramientas más especializadas de localización espacial. Tener en cuenta la compensación del tono entre instrumentos, la simetría espacial, la importancia musical de cada instrumento y su presencia a lo largo del tema. Esto variará dependiendo del estilo: en rock y más allá, del heavy metal en adelante, la voz suele ir más pegada al resto de instrumentos, de rock para abajo, como en country y músicas acústicas, suele destacar más. El equilibrio entre graves y agudos también varía con el estilo: desde la suavidad del bombo en bossa hasta la pegada criminal en electrónica y rap, por ejemplo. También cambia el objetivo del uso de reverbs: puede ser como algo artístico, para conseguir una sonoridad determinada, o algo más técnico como separar instrumentos con un RMS alto en mezclas muy apretadas. O ambas.

Las herramientas están para usarlas, pero del mismo modo que podemos partir un tornillo si lo apretamos demasiado, podemos estropear una mezcla si abusamos de alguno de los efectos añadidos tras la grabación. Siempre depende del estilo y de lo que se quiera conseguir pero en los estilos más frecuentes, más naturales, un buen criterio para no arrepentirse al escuchar una mezcla pasado un tiempo puede ser usar una herramienta siempre por debajo del punto en el que comienza a ser evidente, en el que se deja de escuchar la naturalidad del propio instrumento y se empieza a escuchar más el efecto. Como siempre, no hay blanco o negro, unos o ceros: hay toda una escala de grises; depende del gusto de cada uno situarse en un punto o en otro y eso es lo que diferencia a unos técnicos y productores de otros.